En la gran ciudad, tan llena de espíritus callejeros, entre caras tan inmutables, voy cerca de las 7:30 en un reconocido transporte de la ciudad, entre toda esa gente de pronto surge un rostro reservadamente, tranquilo, pacifico, me inspira y creo que comienzo a enamorarme de ella, se que será un romance de momento, bien podría confundir sus cabellos con el castaño mas tenue de un atardecer. Me preocupo por concentrar la mirada en las formas de su rostro, en la gracia y frivolidad con que se mueve, pasan las estaciones y mi preocupación se dirige a que que llegue su turno de bajada… tal vez debería de mantener la mirada, así Incluso ella podría darse cuenta de mi presencia, pero es inútil el mundo en el que ella vive me parece tan lejano, como el número de pasajeros entre nosotros... me enamoro del gesto con el que arquea su ceja derecha. De pronto noto como se extiende el silencio… aquella lejana mirada se entremezcla con la mía, por este momento, no hay ni pasajeros, ni asientos entre nosotros, nada evita el contacto de nuestras pupilas… sus ojos color miel me hechizan, entonces el instante termina.
Sus ojos se concentran en mirar sigilosamente a una anciana que camina con un niño y después, hacia aquella calle oscura, iluminada levemente por una lámpara parpadeante, observo como se acerca a la puerta de descenso y la nostalgia me invade, se que nunca la volveré a ver…
Se ha ido. La observo mientras que este conocido transporte, se aleja y ella camina para cruzar la calle, se fue y comienzo a resignarme de su partida, y de no ser por que lo he escrito, a estas alturas ya la hubiera olvidado…
Anton Guerrero
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