domingo, 14 de octubre de 2012

El inestable palpitar



Inestablemente, confortable,
mee muestras tus pechos,
entrenas una jauría de perros,
que nos destrocen…

Y se diviertan
que coman de nuestra carne,
y nos divirtamos tú y yo.

Y allá, en el rió que forme nuestra sangre,
que los ancianos la beban para renacer,
-nos traspasamos, hasta entramamos-.

En el bullicio de nuestros habitantes:
muerdes los duraznos,
recolecto los cerezos.

Lejos, en otra noche…
has planteado una duda…

La transparencia del poseer se borra;
y aunque ya todo ha quedado mostrado,
encaramos el desencanto,
nos miramos ancianos.

Y aun así decepcionados,
sin el cariño que esperábamos,
- doblas las sabanas-
nos besamos y nos despegamos.

Anton Guerrero

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