Inestablemente,
confortable,
mee muestras
tus pechos,
entrenas una
jauría de perros,
que nos destrocen…
Y se
diviertan
que coman de
nuestra carne,
y nos
divirtamos tú y yo.
Y allá, en
el rió que forme nuestra sangre,
que los
ancianos la beban para renacer,
-nos
traspasamos, hasta entramamos-.
En el bullicio
de nuestros habitantes:
muerdes los
duraznos,
recolecto los
cerezos.
Lejos, en
otra noche…
has planteado una duda…
La transparencia
del poseer se borra;
y aunque ya
todo ha quedado mostrado,
encaramos el
desencanto,
nos miramos
ancianos.
Y aun así decepcionados,
sin el
cariño que esperábamos,
- doblas las
sabanas-
nos besamos
y nos despegamos.
Anton Guerrero